Por Anabella Antonelli
21 de septiembre: "No somos el futuro, somos el presente"
Cada día, en miles de instituciones educativas del país, les estudiantes construyen formas de encuentro, espacios de organización y estrategias para responder a las necesidades de un sector que se vio atravesado fuertemente por los feminismos, primero, y por la pandemia, después.
No hay dudas que el tiempo de aislamiento obligatorio y el miedo al contagio modificaron las aulas, que durante meses estuvieron vacías. Más que “volver a la normalidad”, quienes se organizan en espacios educativos tuvieron que rearmarse mientras se readaptan a la presencialidad y buscan estrategias para los desafíos actuales.
“Pensé que nos íbamos a encontrar con desmovilización y despolitización, pero había una sed por participar, nos llovían mensajes para armar centros de estudiantes y para que los ayudemos”, explica, en conversación con MICórdoba, Luna Pallás, secretaria general de la Federación de Estudiantes Secundarios de Córdoba Capital. “Hay un miedo a la política que nos instalaron desde chicos y que hoy es muy visible, tenemos mucho miedo a expresarnos. También minimizamos, creemos que no se puede resolver nada y que todo es corrupción”, agrega Catalina Ontivero, de la Red de Centros de Estudiantes de Sierras Chicas.
La simpleza y la profundidad con la que plantean los desafíos actuales recuerda la capacidad política de una juventud que, muchas veces, es desestimada en nuestras sociedades adultocéntricas. Como si adivinara lo que pienso, Catalina explica que la pandemia exacerbó el adultocentrismo. La palabra adulta volvió al lugar de verdad, haciendo que a les jóvenes les cueste más la participación.
Los tires y aflojes con el mundo adulto también se viven en los establecimientos educativos. “Algunos directivos nos dan libertad, pero dentro de un cuadrado muy chiquito, una libertad muy condicionada. En muchos colegios nos prohíben cosas sin estar enterados de que hay un estatuto y una Ley de Centro de Estudiantes”, refiere Catalina. Sin embargo, apuestan a una alianza intergeneracional “que nos permita llevar a cabo nuestra utopía, porque sabemos que soles no podemos y que sin nosotres no queremos”, afirma Luna y señala: “Nuestros Centros de Estudiantes no solo sirven para tomar colegios o para reclamos, también proponemos y articulamos acciones”.
Los debates que trajo la masificación de los feminismos llegaron a las aulas rápidamente. Desde hace años, les estudiantes encuentran allí un espacio para discutir y compartir sus inquietudes. “Si bien hay un avance del feminismo en casi todos lados, la voz masculina tiende a ser más escuchada y legitimada”, explica Juani, estudiante de Artes Visuales de la UNC e integrante de la organización Marabunta. “Sigue siendo complejo presentar discrepancias, diferencias ante ciertos docentes, administrativos, incluso otros estudiantes que también reconocen su voz como la más legítima. Ni hablar de la burocracia que implica acompañar situaciones de violencia explícita en cualquiera de sus formas”, agrega.
La marea feminista visibilizó y propició la acción ante situaciones de violencia de género que se viven en los establecimientos educativos. “Somos una generación que tenemos el ojo más afinado en algunas cosas, pero sigue habiendo abuso en las escuelas, hay un montón de compañeras que no pueden ir al cole porque está yendo su abusador, estas cosas siguen pasando”, señala Luna. El activismo estudiantil también representa un desafío: “Cada vez que armamos una lista tenemos que ver si se está respetando el cupo de género o hay una cúpula de tres varones, por ejemplo”, sigue la estudiante.
Cuando los protocolos ante situaciones de violencia no alcanzan o son inexistentes, cuando une estudiante no encuentra respuesta institucional, recurre a las organizaciones o Centros de Estudiantes. En la UNC funciona un dispositivo formal de género y sexualidades diversas, sin embargo “siguen siendo las redes de contención feministas, hechas por les estudiantes y docentes, las que permiten transitar, acompañar y ser acompañade en los casos de discriminación y violencias de género -sostiene Juani-. Ahí es donde se ve el feminismo en la universidad, a diario, armando redes entre nosotres”.
ESI insuficiente
La Ley de Educación Sexual Integral (ESI) podría ser una respuesta a las situaciones de violencia, pero tras casi 16 años de su aprobación, su implementación es desigual e insuficiente. La transversalidad que propone es difícil de medir y no existe un seguimiento a las escuelas. Ante el vacío institucional, muchas veces se les pide a los Centros de Estudiantes que dicten talleres para los cursos más chicos. “No creemos que nosotres tengamos que dar respuestas a esas problemáticas, tienen que ser un Estado presente, hay situaciones que nos desbordan. Ante la urgencia parchamos, pero no alcanza”, señala Luna. En la UNC, explica Juani, depende de la voluntad de cada docente incluir o no los contenidos y debates y, ante la ausencia, “hay mucho que les estudiantes traemos, no necesariamente de la educación obligatoria sino más bien buscando por fuera de esos ámbitos, que acercamos y marcamos en los espacios facultativos”.
Los Centros de Estudiantes Secundarios no se quedan quietos y lanzaron un relevamiento sobre el estado de la ESI en distintas escuelas de la provincia. El objetivo es “hacer un reclamo más contundente y respaldado por las opiniones de les estudiantes, porque la ecuación es muy sencilla: si nosotros no tenemos la ESI que queremos o si la que estamos teniendo no nos gusta, eso alcanza y sobra para plasmar un reclamo, porque tiene que amoldarse a nuestras necesidades, sino no tiene sentido su existencia”, refiere Luna.
El 16 de septiembre pasado se realizó una movilización encabezada por las organizaciones estudiantiles de secundarios, en conmemoración a la Noche de los Lápices. Uno de los reclamos más fuertes fue la plena implementación de la ESI. “El presente es de lucha, la democracia no se mancha”, fue la consigna plasmada por la comisión de estudiantes de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos: “Nos pareció acorde al contexto que se está viviendo y a esta fecha donde reivindicamos las luchas de les pibes del 16, que tenían deseos que son tan actuales que nos queman, porque no pudimos consagrar un montón de luchas todavía”, explica Luna.
Allí, les estudiantes reclamaron también por la aprobación de la Ley de Justicia Digital Educativa, para que sea ley lo que fue el programa Conectar Igualdad y que el derecho a la conectividad de les estudiantes no dependa del gobierno de turno. “Es un proyecto que armamos en conjunto con la Red Nacional de Centro de Estudiantes y viene a garantizar no solo el derecho a la educación, sino también el derecho al goce y a la recreación”, concluye Luna.
27 estudiantes al banquillo
Uno de los casos emblemáticos que enfrenta la organización estudiantil en la Córdoba actual es el juicio que enfrentarán 27 estudiantes procesades por la toma, en 2018, del Pabellón Argentina de la UNC, en medio de un conflicto estudiantil. El 22 de abril de 2021, el juez federal Miguel Hugo Vaca Narvaja elevó a juicio la causa caratulada como “Usurpación por despojo”, a pedido del fiscal Maximiliano Hairabedián. “Las personas que estamos judicializadas somos estudiantes que nos organizamos en asambleas porque había cosas que considerábamos que la Universidad no estaba atendiendo -refiere Paisa, estudiante procesade-. Creímos que esa era la mejor estrategia, después podemos balancear si sí o no, pero nadie quería cometer ningún delito”. “Nosotres hemos sabido construir en estos cuatro años las redes que nos contienen -sigue Paisa-. La elevación a juicio es criminalizar la protesta y desmovilizar. Nada de lo que se dio en la universidad es judicializable, la Fiscalía tomó la decisión de actuar de oficio junto con el vicerrector Yanzi Ferreira, que fue quien presentó los datos de las personas que llevábamos la voz de las asambleas”.