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¿Otra iniciativa que queda a mitad de camino? Entre la renta inesperada y la inequidad del modelo

El anuncio de un nuevo impuesto sobre la renta inesperada causó polémica, aún sin conocerse el texto oficial. El aumento de las commodities genera beneficios para sectores de la economía, pero afecta la seguridad alimentaria de millones.

Por Roy Rodríguez

La centralidad mediática que tuvo el anuncio del proyecto de impuesto “a la renta inesperada” y que afectaría, según el Gobierno, a aquellas empresas que facturen más de 1.000 millones de pesos, deja entrever las inequidades del modelo de exportación de commodities y reprimarización económica, en momentos donde, por la guerra ruso–ucraniana, los precios de las materias primas llegaron a máximos históricos e inciden favorablemente en las ganancias de grandes corporaciones, mientras gran parte de los argentinos ve a los alimentos desde el otro lado del mostrador.

El nuevo impuesto tendría, en este contexto, una lógica redistributiva coyuntural, apuntando a capturar la “renta inesperada” que se generó por el incremento de los precios internacionales del petróleo, los granos, los metales y minerales y que Argentina exporta al mercado internacional.

Esa suba, a su vez, tiene un impacto directo en el precio de alimentos esenciales, como por ejemplo el pan, que sólo en marzo aumentó un 80 %.

Según el anuncio, se recaudarían alrededor de 200.000 millones de pesos que financiarían un nuevo Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), similar a los implementados durante la pandemia de Covid 19. Así buscan paliar la depreciación del poder adquisitivo de trabajadores informales, monotributistas, empleadas domésticas y jubilados. Los números oficiales marcan que el 3,2 % de las empresas abonarían unos 1.740 millones de dólares (al tipo de cambio oficial), para que unas 13 millones de personas precarizadas reciban poco más de 130 dólares cada una. Unos 200 kilos de soja.

Si bien no existe siquiera un borrador oficial del proyecto de ley, algunas estimaciones hablan de que la nueva carga impositiva afectaría apenas a 100 empresas.

Para Diego Fraga, abogado tributarista, no está claro si efectivamente la renta inesperada se tributará como parte del impuesto a las ganancias o bien se creará un nuevo gravamen. Esto definiría también la posibilidad de hacerlo retroactivo o no. Tampoco existen certezas acerca del modo en que se medirá el incremento de la renta. “Al no haber ni siquiera un proyecto es muy difícil opinar. Lo seguro es que se trata de algo totalmente inoportuno. Además, y esto es algo básico, la renta no es esperada o inesperada: es renta. Y hace a la esencia básica del capitalismo”.

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Pensando en el sector agroindustrial, base de la economía cordobesa, David Miazzo, economista jefe de la Fundación FADA, opinó que, si el corte de nivel de facturación es el que se comunicó, afectaría “a casos muy específicos como exportadores, productores y comercializadores de insumos, aceiteras o industrias alimenticias muy grandes. Pero en el agro serían realmente contadas a las empresas sobre las que impactaría”.

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Entre las commodities que aumentaron a causa de la guerra están por ejemplo el trigo, que llegó a tocar los 500 dólares por tonelada, con una suba de casi el 50 %, y la soja, que la semana pasada alcanzó máximos históricos de 634 dólares. Claro que, tranqueras adentro, los insumos subieron también. La úrea, principal fertilizante para el maíz y el trigo, cuesta unos 1.320 dólares la tonelada, cuando hace poco más de un año valía 800. El glifosato -principal agrotóxico dentro la lógica productiva pampeana- pasó de tres dólares por litro en 2020 a 12. También subieron otros insumos importados como las semillas, dentro de un modelo donde, por ejemplo, el 67 % de los fertilizantes también se produce fuera del país.

En ese contexto, dentro de la cadena agroindustrial, serían las grandes exportadoras e importadoras de cereales e insumos quienes estarían en condiciones de apropiarse de la renta inesperada.

La lógica de la medida gubernamental apuntaría a paliar una realidad donde el modelo exportador de commodities, si bien aporta divisas, tiene bajo impacto directo en la realidad económica. “Para generar un puesto de trabajo en la minería –y esto lo dije en la CEPAL- , se precisan dos millones de dólares. Para hacer soja o girasol con este modelo agroindustrial se usa un tercio de jornal por hectárea por año”, dice Ana María Fernández Equiza, subdirectora del Centro de Investigaciones Geográficas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

Para la especialista la situación se relaciona con” 40 años de un modelo neoliberal que no ha podido revertirse”, que reprimariza la economía y genera la falta de divisas a partir de sectores extranjerizados y concentrados de la economía relacionados con las commodities, que dependen a su vez de insumos importados. En el caso de las semillas, aunque se haga la investigación y el desarrollo en la Argentina, “las que patentan las nuevas variedades son empresas transnacionales que luego remiten utilidades por royalties a sus casas matrices, ahondando la dependencia de divisas”, analiza.

Por otra parte, la participación de las firmas extranjeras en el valor de producción de las 100 empresas manufactureras de mayor volumen de ventas del país aumentó del 10,2% al 22,4%, sólo entre 1993 y 2003, y fueron responsables del del 50 % de las exportaciones. Esa participación es hoy aún mayor.

Sin embargo, para Miazzo, tanto el impuesto a las ganancias como los derechos a la exportación de granos son formas de tributar una renta inesperada. “Con ganancias, si yo ganaba 100, pagaba 30. Si gano 200, pago 60. Con la soja, si vendía por 100 pagaba 33, si el precio es de 200 pago 66”, grafica. El economista cree, de todas maneras, que no existen las condiciones para que el nuevo impuesto se apruebe en el Congreso. Y que, con el anuncio, el Gobierno buscaría capitalizar lo positivo del anuncio del bono y pasarle a la oposición la responsabilidad de financiarlo o no.

“Peor que el aumento de un impuesto es la inseguridad jurídica impositiva que genera. Una empresa no planifica de un año para otro. Sus planes son de mediano plazo. Y acá se cambian las reglas cada cuatro meses. Los resultados están a la vista: hubo un éxodo de residentes fiscales en la Argentina y de empresas que bajaron la persiana y se fueron”, asegura Fraga.

Para Fernández Equiza, “este es un problema que se está planteando en todos los países, aún en los desarrollados. Ulrich Beck dice estamos ante un capitalismo sin empleo y sin impuestos. Le habla a los europeos, que se van a cualquier otro lugar del mundo a llevar el dinero y después quieren vivir en Europa y disfrutar de las mismas cosas que tenían cuando no desfinanciaban al estado”.

Ganadores y perdedores

Para entender por qué los precios de los alimentos suben por encima de la inflación en la Argentina y la razón de la renta inesperada de los sectores exportadores sirve como ejercicio mirar el índice de precios de los alimentos que elabora Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) desde 1990.

La estadística está compuesta por el precio de cinco alimentos básicos: cereales, aceites vegetales, lácteos, carne y azúcar. Y llegó a su punto máximo histórico en marzo con 159,3 puntos. A nivel global, en el último mes, los cereales aumentaron un 17,1% promedio, los lácteos un 2,6 %, la carne un 4,8, el azúcar un 6,7 y los aceites vegetales un 23,2 %. Granos y aceites son la base de las exportaciones argentinas.

Ana María Fernández Equiza (UCEN) lo explica: “en Argentina se da la paradoja que, siendo un país con muchos recursos, cada vez que los precios internacionales de los granos suben se vuelve un perjuicio para las mayorías, que terminan pagando esas subas. Por otra parte, hoy la rentabilidad de los exportadores depende de una circunstancia absolutamente extraordinaria como la situación bélica. No hay una inversión ni un esfuerzo que justifique un incremento de la renta. Por eso creo que es completamente justo que esa renta inesperada sea redistribuida”.

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