Deportes | argentina |

Sufrir, amar, seguir

Una carambola inesperada le puso suspenso al triunfo de Argentina sobre Australia. Consumado el 2-1 hubo muestras de afecto entre los hinchas y los jugadores, que partieron al vestuario con la clasificación a los cuartos de final. El próximo viernes es el turno de Países Bajos, un naranjo en flor.

Por Hugo Caric

Lo encaminó Messi, pareció asegurarlo Álvarez, lo complicó un rebote en Fernández y lo terminó asegurando ‘el Dibu’ Martínez. El triunfo 2-1 de Argentina sobre Australia bien podría resumirse en esas cuatro secuencias, aunque dejó muchas más cosas en el tintero para analizar.

El arranque fue casi un calco de los duelos contra México y Polonia: la oposición se materializó con una presión intensa, varias piernas fuertes y muchas voluntades en las cercanías del propio arquero, como para tratar de quitarle vuelo al seleccionado albiceleste. Fue lindo mientras les duró.

Tal como sucedió ante mexicanos y polacos, el gol argentino se hizo desear. Aunque esta vez no tanto. A los 35 minutos del primer tiempo, el capitán argentino capitalizó la primera acción ofensiva concreta del elenco de la AFA y le voló todos los papeles a su contrincante. En desventaja, Australia tuvo que arriesgar un poco más y fue ahí cuando creció el rendimiento de los dirigidos por Lionel Scaloni. Un retoque táctico, el cambio de banda de “Papu” Gómez desde la izquierda hacia la derecha, fue la clave para que Messi y sus laderos empezaran a encontrar los espacios.

Por momentos, Argentina cedió el terreno y la pelota más de lo aconsejable en cualquier encuentro, más allá de las cualidades técnicas de los adversarios con los que tocaba lidiar. En el caso de ‘Los Socceroos’ estaba claro que había más fortaleza en la cabeza que en los pies. Literal. Más que una cuestión sicológica, un asunto de talla.

¿Gol gana?

Aunque el gol resolvió el primer problema (evitar que predominaran la presión alta y la intensidad física de los australianos), Messi siguió mostrándose incómodo. Demasiado estático por momentos, al borde del fastidio y casi en “modo avión”, tal vez priorizando llevarse la doble y/ó triple marcas para que sus compañeros aprovecharan los huecos.

Esta vez al “10” le faltó un socio, alguien con quien poder tirar paredes y construir castillos en el aire. No lo encontró en De Paul, muy pendiente de colaborar en el quite. Ni en Mac Allister, movedizo pero discontinuo. Tampoco en Gómez, demasiado atento a las subidas del lateral rival. Mientras tanto, Álvarez presionaba a todo defensor rival que anduviera cerca y picaba infructuosamente en busca de alguna asistencia, quizá extrañando demasiado las variantes que ofrece la presencia de Di María.

Como el partido no presentaba demasiados sobresaltos en el campo argentino, Scaloni -lesión del “Papu” mediante- se la jugó con una línea de tres defensores, para que Molina y Acuña soltaran amarras y los más creativos estuvieran más preocupados por acelerar y no tan pendientes de poner la reversa. Ese movimiento conectó mejor a Messi con el partido. A los pocos minutos, un error forzado por los jugadores argentinos le dieron a Álvarez la chance de aumentar el marcador y casi definir el pleito. Casi.

Qué te habrán hecho mis manos

A pesar de que el técnico Graham Arnold no paraba de meter más grandotes a la cancha, Australia no lograba inquietar al fondo albiceleste. Scaloni empezó a mover el banco (Lautaro Martínez por Álvarez y Tagliafico por Acuña) pensando en los cuartos de final. En eso estaba el entrenador, preparando otras dos modificaciones (Palacios por Mac Allister y Montiel por Molina), cuando una carambola en el área argentina cambió repentinamente el guión de la serie y le dio un final inesperado. Y sufrido.

Australia fue por la heroica y Argentina apostó al contragolpe, en un epílogo de palo y palo. Si Lautaro hubiera estado derecho, como en casi todo el ciclo que precedió a la experiencia mundialista, el traje de héroe de la película le hubiese quedado casi a medida. Al rol protagónico lo terminó tomando otro Martínez, ‘el Dibu’, que se quedó con un remate de Kuol que pintaba para arruinarnos la tarde. O al menos prolongar el suspenso.

Ahora será el turno de Países Bajos, que eliminó a Estados Unidos y es uno de los cuatro invictos que tiene este torneo de locos, donde cualquiera puede ganarle a cualquiera. Una Copa del Mundo impredecible, no apta para encuestadores, pitonisas ni apostadores. ¡No hagan juego, señores!

Temas

Dejá tu comentario