El gobierno nacional debe haber comprendido que la ecuación no le cerraba políticamente, que venía afrontando en carne propia cada costo político generado por el coronavirus o por los traspiés iniciales del plan de vacunación pero que nada de lo bueno, por poco que fuera, le generaba un rédito. Desde que las dosis empezaron a llegar en un número que permitió acelerar el operativo y ampliar el universo de vacunados, quienes aparecen impulsando el avance son los gobernadores y los intendentes. Alberto paga, ellos cobran.
Alberto paga, los demás cobran
Desde que las dosis empezaron a llegar en un número que permitió acelerar el operativo y ampliar el universo de vacunados, quienes aparecen impulsando el avance son los gobernadores y los intendentes.
El arribo a Córdoba de dos ministros nacionales, Carla Vizzotti y Wado De Pedro, y de la jefa del Pami, Luana Volnovich, pareció ser una reacción a esa dinámica contraproducente. Vinieron con 124.800 vacunas y equipos médicos en medio de una segunda ola que ha castigado a la provincia a punto de dejarla al borde del colapso sanitario. “No hubo ningún acercamiento con el gobierno de JuanSchiaretti. Vinieron a dejar un mensaje político:a pesar del gobierno que tienen, nosotros les traemos lo que necesitan”, graficaron desde el oficialismo provincial.
El gobierno nacional necesita recuperarse. Las encuestas, que han empezado a multiplicarse a medida que el año se consume y se acercan las Paso y las legislativas, le devuelven algunos datos preocupantes. En el aluvión de complicaciones y deterioros que es el país, con una erosión constante y veloz de la calidad de vida, aquejado por una pandemia que no cede y una economía que no despega, el oficialismo debe imperiosamente avanzar en dos direcciones:conseguir que la vacunación siga a un ritmo que genere expectativas y resultados y que las familias dejen de perder cada día un poco más de poder adquisitivo.
Esos objetivos se postulan fácilmente;lo complejo es la concreción. Esa complejidad deriva de la coyuntura en sí misma, de la diversidad y el alcance de los problemas, pero también de las propias limitaciones que ha demostrado y demuestra el gobierno, tanto ejecutivas como políticas.
Para llegar a las elecciones legislativas en condiciones de competitividad los dos grandes núcleos problemáticos, el frente sanitario y el económico, deben ir desactivándose en simultáneo. Difícilmente alcance el uno sin el otro. La vacunación puede cobrar velocidad pero si la inflación sigue como hasta ahora, el humor general, la predisposición mayoritaria hacia el oficialismo no será precisamente favorable. Y viceversa:no habrá recuperación económica posible si la situación epidemiológica no permite al menos la perspectiva de un retorno a una normalidad relativa.
En términos políticos, además, el oficialismo debe lidiar con sí mismo, con sus contradicciones y desencuentros. El consuelo para el Frente de Todos es que en Juntos por el Cambio no ofrece, ni mucho menos, un panorama pacífico. Desde que Mauricio Macri volvió al ruedo no le alcanzaron sus pergaminos de expresidente ni su condición de fundador del Pro, como así tampoco sus méritos literarios contenidos en Primer Tiempo, para encolumnar a la tropa. El Pro y Juntos por el Cambio en general se han convertido últimamente en una guerra de vanidades y de autopercibidos potenciales candidatos que pretenden usar la pandemia para conseguir exposición y posicionarse.
Hay quienes ya advierten, incluso desde adentro de la política, que la dirigencia, tanto oficialista como opositora, está jugando con fuego;unos por su impotencia por encauzar la realidad en un sentido positivo;otros por embarcarse en una interna aquejada de ceguera en un país en estado desesperante.
Si hay una ocasión en que la política debe convertirse en una herramienta para mejorar la calidad de vida, para generar expectativa es la actual. Sin embargo, en contra de ese mandato, la dirigencia argentina parece haber encontrado una oportunidad inmejorable para mostrar sus bajezas en esplendor en vez de sus virtudes.
En Córdoba, cuando llegaron los dos ministros nacionales, no los recibió el gobernador Juan Schiaretti, aislado desde la noche anterior por ser contacto estrecho de un caso positivo de Covid.
El escenario nacional ha servido de elemento de reafirmación para el schiarettismo, que está convencido de no haberse equivocado ni un milímetro cuando definió no aliarse con el Frente de Todos para encarar las elecciones legislativas sino seguir en soledad, con su propia identidad y su propio discurso.
“En la peor de las hipótesis, si quedamos terceros en la elección, todavía vamos a poder reconstruirnos para el 2023. Pero si vamos con el kirchnerismo no nos levantamos más”, diagnosticó un dirigente del peronismo cordobés.
La interna en la que está engarzado también Juntos por el Cambio convenció al schiarettismo de que debe hacer un doble movimiento. Seguir diferenciándose del Frente de Todos pero no habilitar tampoco la identificación con la oposición nacional. El objetivo es que Schiaretti y los suyos encarnen no una tercera vía, un punto equidistante entre unos y otros, sino un modelo diferente, anclado en sus propias características y en la imagen del propio gobernador que, según la definición del consultor Gustavo Córdoba, parece revestido de teflón porque sigue ostentando altos índices de imagen positiva.
En el schiarettismo consideran que, esta vez, pueden lograr el segundo puesto en las legislativas. Creen que la grieta exacerbada en un contexto de crisis extrema puede hacer aparecer al peronismo provincial como una opción racional, como una alternativa que le escape al blanco o negro.
Aunque el oficialismo cordobés tampoco puede soslayar que todavía tiene a su sistema sanitario en tensión extrema y que esa situación podría dañarlo políticamente en caso de persistencia. En ese punto, lo que ha definido el gobierno de Schiaretti es atarse ahora a un criterio pragmático y abandonar las posturas irreductibles, como cuando sostenía a rajatabla la apertura de la economía y la presencialidad en las escuelas.
Juntos por el Cambio suele arrasar en las elecciones cordobesas, excepto cuando está en juego la gobernación. Ahora, la inflación de candidaturas que motiva la promesa de un buen resultado también genera rispideces. Como máximo, puede poner a dos senadores y para ese cargo se anotan Mario Negri, Luis Juez, Laura Rodríguez Machado, Gustavo Santos, el favorito de Macri. En diputados también hay muchos pretendientes:Ramón Mestre, RodrigoDe Loredo, Soledad Carrizo, Brenda Austin, Héctor Baldassi, Javier Pretto, y siguen los nombres.
El desacuerdo amenaza con repetir la ruptura de 2019, cuando la división le permitió a Schiaretti un triunfo arrasador e histórico. Sin embargo, los presidentes de los partidos que integran Juntos por el Cambio aseguran que han acordado que haya un paraguas único y que, si no hay acuerdo para alcanzar una lista de unidad, el método de resolución sean las Paso.
Macri pretendió evitar esa competencia interna cuando estuvo en Córdoba y le levantó la mano a Santos, su favorito. A Santos lo sostiene esa preferencia, aunque lo condena la soledad y el desconocimiento que lo persiguen cuando el ex-presidente se va.
La desobediencia a Macri no sólo es nacional. En Córdoba, ese comportamiento se repite. Un dirigente radical lo resume:“Ya no es lo que era. Ves las encuestas y te das cuenta de que acá a Alberto no lo quieren pero Macri tampoco está en condiciones de hacer y deshacer a su antojo”.
Marcos Jure
Periodista PUNTAL