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Un juicio que reclama perspectiva de género

El crimen de Nora Raquel Dalmasso, en 2006, ocupó el horario de mayor audiencia en los medios de comunicación. Como una telenovela, día a día se conocían detalles que escandalizaban. Quince años después y tras la primera semana del juicio contra Marcelo Macarrón, la única víctima sigue siendo Nora.

Por Anabela Antonelli

Una mujer aparece muerta en su casa. Está desnuda sobre la cama. Sus amigas son las últimas que dicen haberla visto. Como un acto reflejo, los medios de comunicación construyen un culebrón donde todo empieza y termina en la víctima. Apuntan y disparan, sin rodeos, hacia ella. Corre el año 2006 y parece no haber límites para hablar de crímenes, pasiones y traiciones.

La mañana de ese 26 de noviembre, Nora fue encontrada sin vida en su casa del barrio privado Villa Golf de Río Cuarto. Horas después, la vivienda se llenó de gente que entorpeció la investigación, mientras los hoteles de la ciudad comenzaban a alojar a periodistas de todo el país.

La desprolijidad con que se abordó la escena del crimen fue una de las razones para justificar quince años de derivas judiciales. El “manoseo” de las pruebas no fue el único. La narrativa del caso manoseó hasta el hartazgo a la víctima. A cualquier hora, en cualquier canal, alguien especulaba con la posición de las piernas de Nora, las lesiones en su cuerpo, la posible vinculación con “sexo violento”, su maquillaje y sus joyas. El relato construido, acompasadamente, por los medios de comunicación, llegó a ilustrarse con una foto del cuerpo de Nora sin vida.

La hipersexualización de la víctima puso el eje en su vida como inicio y final para analizar su propia muerte. Las pistas parecían estar en su vida sexual, en las salidas con amigas, en la cantidad de amantes y hasta en la relación con su hijo. Lo poco que se supo de la noche de su asesinato fue amalgamado en una serie de lugares sexistas, condimentos de una historia atractiva para una audiencia que, todavía, no se horrorizaba por la violencia machista ni contabilizaba los femicidios.

“Norita” se convirtió en un apodo burlesco para referirse a la víctima y hasta un conductor televisivo del prime time abrió su programa con una remera que decía: “Yo no estuve con Norita”.

“Tenemos que poner en discusión qué es ser una 'buena víctima', porque en los casos de violencia de género o femicidio es a la que primero se pone en discusión -explica Constanza Eichhorn, integrante de Ni Una Menos Río Cuarto. “En este caso se la revictimizó, hubo manoseo por parte de la Justicia y de los medios poniendo en duda qué había hecho esa noche, si había estado en una fiesta, si se había juntado con tal o cual persona. Se le pone un manto de sospecha a su accionar, a su forma de ser o de vestir y no a los responsables”, agrega.

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Nuevos sentidos

Quince años después, el caso adquiere otra tonalidad y reclama que el hecho sea tratado con perspectiva de género. Las transformaciones en torno a cómo entender la violencia de género tuvieron eco en el Código Penal y desde el año 2012 la figura de “femicidio” es un agravante para juzgar estas situaciones de violencia.

La periodista Carina Ambrogi sigue el caso desde Río Cuarto, analizando desde una mirada feminista. En conversación con Marca Informativa Córdoba, explicó que es un cambio significativo que el fiscal de cámara Julio Rivero, quien sostiene la imputación, presente el caso manifestando que intentará demostrar que Macarrón no es el asesino de su esposa, pero sí el homicida y que pidiera que todo el proceso sea tratado con perspectiva de género. “Esta Fiscalía va a pretender probar que el móvil de la muerte de Nora Raquel Dalmasso no es sexual ni fue con motivo u ocasión de robo –dijo Rivero en su presentación del caso ante el jurado popular-; ésta Fiscalía va a pretender probar que el móvil es personal. Si Nora descansa en paz la mujer como género va a descansar en paz, y digo esto porque tanto el asesinato como el homicidio debe ser, indudablemente, analizado en un contexto y en una perspectiva de violencia de género”.

Si en los primeros años cada línea de investigación alimentaba el juzgamiento hacia Nora como “mala víctima”, un juicio que se asienta sobre estas premisas refuerza otros sentidos. “Es una conquista que hayan escuchado a los movimientos feministas y que el caso de Nora Dalmasso no se trate como un homicidio agravado por el vínculo, sino que es un homicidio en situación de violencia de género, porque tiene otro peso y otro simbolismo”, expresó Eichhorn.

“Hoy nadie titula ´Norita´, ese diminutivo despectivo ya no se usa, ahora tal vez es más sutil. No hay una discriminación tan evidente porque además sería multado” reflexiona Ambrogi haciendo referencia a la Ley 26.485 que aborda la violencia simbólica y mediática cuando se publican o difunden mensajes e imágenes estereotipados que promuevan la desigualdad y violencia. “Tampoco hoy la sociedad lo permitiría ni le gusta. Si bien la mayoría de los medios no hace esta discriminación evidente, tampoco hacen coberturas con perspectiva de género”, agrega.

Si bien no hay un pedido de acompañamiento desde la familia Macarrón, la foto de Nora hoy aparece en las movilizaciones contra la violencia de género y su nombre es uno más en la larga lista de víctimas de femicidio.

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