Por Hernán Vaca Narvaja
Caso Dalmasso: Brito pegó primero
La apertura del juicio a Marcelo Macarrón fue hegemonizada por la familia del imputado. Sus hijos Facundo y Valentina apuntaron contra el empresario Miguel Rhorer, pero no presentaron pruebas. El fiscal pidió tratar el crimen desde una mirada con perspectiva de género y explicó la diferencia entre homicidio y asesinato. El proceso duraría alrededor de tres meses.
La primera semana del histórico juicio a Marcelo Macarrón, acusado de ser el instigador del crimen de su esposa Nora Dalmasso, dejó mucha tela para cortar. Un tribunal inexperto, un fiscal condescendiente y un defensor puntilloso hasta la exasperación protagonizaron la apertura de un juicio oral y público atípico, que tendrá una sola resolución posible: la condena o absolución del imputado por parte de los ocho jurados populares y dos de los tres jueces técnicos (solo en caso de empate votará el presidente del tribunal). Es que al haber transcurrido más de 15 años desde que encontraron el cuerpo de Nora Dalmasso sin vida sobre la cama de su hija Valentina, en la coqueta vivienda de Villa Golf donde todavía vive el viudo, la causa prescribió y no se puede perseguir a nadie más que al traumatólogo, cuya doble imputación –fue acusado también como autor material del crimen- interrumpió los plazos fatales de la prescripción.
La primera jornada del juicio mostró la estrategia de Marcelo Brito, el defensor de Macarrón. A pesar de que el celoso tribunal integrado por Daniel Vaudagna (presidente), Natacha Irina y Gustavo Echenique Esteve ordenó vallar el moderno edificio de Tribunales y vedó el acceso a la playa de estacionamiento y a los ingresos laterales hasta a los propios empleados, el viudo eligió recorrer el larguísimo corredor que separa el ingreso al Palacio de la sala de audiencias. Lo hizo acompañado de sus hijos Facundo y Valentina, que viajaron desde Bruselas (Bélgica) y Mendoza respectivamente para estar a su lado. Rodeado por un enjambre de periodistas, Macarrón mutó del médico soberbio y autosuficiente que “perdonó” a su esposa en la famosa conferencia del hotel Opera a pocos días del crimen –dando por acreditadas las versiones sobre sus supuestos amantes- a un hombre acabado, triste, sensible y apagado, que contestó con un hilo de voz y llamativa serenidad las preguntas de la prensa. A su lado, el inmutable Facundo y la irascible Valentina lo apuntalaron hasta la sala de audiencias, donde el imputado escuchó entre lágrimas la interminable lectura de la acusación en su contra.
Mar de lágrimas
Macarrón declaró el martes. Era la primera vez que hacía uso de ese derecho en la causa desde sus dos imputaciones. Pero la enorme expectativa generada en los medios y la sala fue cediendo al llanto desconsolado del imputado, que desplazó a Nora –a quien no mencionó en ningún momento- del lugar de víctima para colocarse allí él mismo junto a sus hijos. “Estos quince años han sido un calvario. Entré en una crisis depresiva, en un estado de shock. No me podía levantar a la mañana. Tomo antidepresivos desde entonces. Pensé en suicidarme, pero tenía dos hijos, Valentina y Facundo, a los que debía darle estudios para que pudieran defenderse en la vida”, dijo el viudo, acongojado. La imagen contrastó con lo que miles de vecinos de Río Cuarto –y el país- vieron después del crimen de Nora: una familia que siguió su vida con total normalidad, no se retrasaron en sus estudios, ni dejaron de jugar al golf o frecuentar eventos sociales. El viudo incluso tuvo su fugaz aparición en las revistas del corazón a raíz de su promocionado romance con la abogada María Pía Cardoso, una ex funcionaria municipal que estuvo presa tres meses y luego fue condenada por estafar a indigentes para evadir impuestos a favor de acaudalados empresarios agropecuarios.
En estos quince años posteriores al crimen de Nora –que en las demandas a los periodistas los abogados del viudo llamaban “deceso”, “muerte” o “fallecimiento”-, los Macarrón mostraron señales de debilidad. Mucho menos de llanto. Ni siquiera cuando el fiscal Javier Di Santo imputó al joven Facundo –que por entonces tenía 19 años- de haber abusado y asesinado a su madre con sus propias manos.
En la primera semana del juicio los Macarrón vertieron más lágrimas que en los últimos quince años.
Contrastes
En la presentación del caso que el fiscal y los defensores de Macarrón hicieron ante los jurados populares se pudieron comenzar a visualizar las estrategias que tendrán de cara al proceso que recién comienza. Julio Rivero -que carga sobre sus espaldas el infeliz antecedente de haber sobreseído a Daniel Lacase del pago de la estadía en el hotel Opera al comisario Rafael Sosa y su comitiva cuando viajaron a Río Cuarto para inculpar al “perejil” Gastón Zárate- pidió tratar el caso con perspectiva de género. “Si logramos que Nora Dalmasso descanse en paz, la mujer, como género, descansará en paz”, dijo tras recordar el bochornoso espectáculo que dieron los medios de comunicación durante la cobertura del crimen. Rivero pareció ajustarse estrictamente a la acusación con que la causa fue elevada a juicio y que imputa a Macarrón la autoría intelectual del homicidio de su esposa. En este sentido, diferenció entre homicidio y asesinato. “Nunca vamos a saber quién mató a Nora Dalmasso”, afirmó. Y sostuvo que ella tampoco lo supo porque la sorprendieron dormida.
Para sorpresa de todos, Brito dedicó casi veinte minutos a destruir la prueba genética, que había motivado la primera imputación del viudo como autor material del crimen de su esposa. Luego de atacar la supuesta orfandad probatoria de la acusación del fiscal Luis Pizarro, el histriónico abogado destacó como el único tramo positivo la relativización de la prueba genética, única prueba científica del expediente, que para muchos ubica inexorablemente al imputado en la escena del crimen. ¿Abría el paraguas ante lo que intuye será uno de los principales capítulos de este proceso? La lectura que se hizo de la escena del crimen, su posible contaminación y sobre todo las muestras tomadas por forenses y bioquímicos y el resultado de los análisis del Ceprocor y el FBI volverán a debatirse a fondo las próximas semanas y podrían modificar la acusación con la que Macarrón llegó al juicio. Más allá de las distintas interpretaciones sobre el carácter de la relación sexual que tuvo Nora antes de morir –si fue consentida o no-, hubo unanimidad entre los forenses en que fue contemporánea o inmediatamente anterior a su muerte, lo que debilita el testimonio del viudo, que dijo que los restos de ADN hallados en el cuerpo de su esposa eran fruto de una relación mantenida antes de viajar a Punta del Este.
Otra vez El Francés
Como lo habían anunciado en la convocatoria que hicieron el martes frente a Tribunales para apoyar a su padre –la primera en quince años-, Facundo y Valentina apuntaron al empresario Miguel Rohrer (a) El Francés como principal sospechoso por el crimen de Nora. Valentina lo describió como un hombre prepotente, violento, “horrible”, que le inspiraba mucho temor; Facundo fue más allá y mencionó versiones que supuestamente lo ubicaban en Río Cuarto el fin de semana del crimen de su madre. Pero tampoco aportó pruebas.
Es más, el joven diplomático dijo que años después, repasando la reticencia que mostró su madre cuando él le dijo que quería viajar a acompañarla ese fin de semana tal vez se debiera a que planeaba tener un encuentro íntimo con Rohrer. Llamativamente, el fiscal Rivero no le preguntó por qué pensaba eso si conocía mejor que nadie el expediente –como abogado y ex imputado- y no puede desconocer que el único amante de Nora acreditado en la causa es Guillermo Albarracín, vecino y amigo de la familia, que compartía torneo de golf con Macarrón en Punta del Este ese fin de semana.
El resto de los testigos que desfilaron ante el tribunal –policías, vecinos y parientes de la víctima- procuraron reconstruir lo vivido el 26 de noviembre de 2006, cuando encontraron sin vida el cuerpo de Nora Dalmasso sobre la cama de su hija. Quedó en evidencia que el implacable paso del tiempo dificultará esa reconstrucción. También que la vieja y exitosa sociedad entre el ex vocero Daniel Lacase, el empresario Miguel Rohrer y el ahora imputado Marcelo Macarrón se quebró de mala manera y la familia del viudo acusa ahora a sus ahora ex amigos, que lo dejaron solo. ¿Se romperá el pacto de silencio de ese triángulo de poder, cuyos miembros hoy tanto se recelan entre sí?